Por favor, ayúdeme, soy ciego
Había un hombre sentado en la esquina de una calle, con una gorra a sus pies y un pedazo de madera que , escrito con tiza blanca, decía: “Por favor, ayúdeme, soy ciego”. Un creativo de
publicidad que iba de camino al trabajo se detuvo frente a él, leyó el
letrero y se quedó pensativo. El ejecutivo observó que sólo había unas
cuantas monedas en la gorra. Sin pedirle permiso, cogió el cartel, le dio la
vuelta, tomó una tiza y escribió otra frase en la parte de detrás. A continuación
volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego, y se marchó sin
decir una palabra. Por la tarde, el
creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna. Su gorra estaba
llena de billetes y monedas. El ciego reconoció sus pasos y le preguntó si
había sido él quien había cogido su cartel y había garabateado en él. “¿Qué
es lo que usted ha escrito o pintado en mi tabla?”, le preguntó con curiosidad
el invidente. El publicista le
contestó: “Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, aunque está
expresado con otras palabras”. El publicita sonrió y continuó su camino. El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel rezaba: “Hoy es primavera, y no puedo verla”. La moraleja de
esta historia nos dice: hay que cambiar la estrategia cuando no nos sale algo
bien. Da una vuelta a tu pensamiento y obtendrás un resultado mejor. |